Capítulo 15: Recuerdos dolorosos
Nunca discutía con su madre, quizás era la única persona en
el mundo con la que no le gustaba discutir, la adoraba en realidad, admiraba
cómo podía deslizar ágilmente sus manos
cuando cogía los platos o su imperceptible movimiento de pies cada vez que
entraba a su habitación para despertarla por la mañanas, pero sin duda lo que
más echaba de menos de ella era la sonrisa de sus ojos cuando la miraba.
Unos ojos azules llenos de luz que llamaban inmediatamente
la atención, que le recordaban en todo momento que no había heredado nada de su
madre, ni de su aspecto ni de su carácter; aunque no sabía quién era su padre siempre
supuso que eso no importaba demasiado, siempre creyó que había sido uno de esos
hombres que pasaban en casa las mañanas. Bueno, hasta que le expulsaron de su colegio, del último colegio que le quedaba
por probar en toda la ciudad.
Pero su madre se tomó la noticia con resignación y empezó a
buscar un trabajo que le obligara a salir de su casa de vez en cuando. Nunca le
riñó ni le gritó, por lo menos no seriamente; ya se sabe cómo son los niños, en
especial los hijos de Ares, aunque probablemente Helen nunca supo quién era el
padre de Al en realidad.
En cierto modo su madre era la única cosa en el mundo que la
tranquilizaba, que la devolvía a la realidad cuando dejaba de prestar atención
o cuando se sentía no parar. Pero un día desapreció, simplemente ya no estaba
en casa. Había salido a trabajar como un día cualquiera y no había vuelto. Y Al
dejó de poder controlarse a sí misma, sentía en su interior que algo malo le
había pasado, llamó a la policía pero lo único que logró fue que la metieran en
un centro social cuando empezaron la investigación.
Pasaron cuatro largos días en los que a Al la asolaban
pesadillas, siempre siguiendo el mismo patrón: su madre encadenada en lo bajo
de un pozo mientras el agua subía, su madre atravesando llamas o siendo
devorada por los lobos. Pero al final siempre gritaba su nombre y entonces Alcipe
se despertaba entre sudores y gritaba, lo cual no ayudó mucho a que la tuvieran
por una niña normal. Pero al cuarto día consiguió escapar y corrió sin saber
exactamente por qué o hacia dónde, simplemente siguiendo su intuición, y
entonces la vio, vaya si la vio.
Estaba cubierta de tierra y llena de arañazos, pero aun así
conservaba algo de luz, una luz marchita y apagada que se iba extendiendo sin
dejar rastro por todo el campo. Al verla no gritó, ni lloró, pero todo el peso
del mundo cayó sobre ella y dejó de sentir.
Lo siguiente que recordaba era la cara de Quirón y el árbol
del campamento, explicaciones que carecían de sentido lógico y que realmente no
le importaban, lo único que la mantenía más o menos cuerda era la necesidad de
buscar un culpable y destrozar algo.
Conforme le iban explicando más cosas notó que algo se revolvía dentro
de ella y cuando alzó los ojos se vio envuelta en llamas. El reconocimiento de
su padre había llegado.
Patrocinado (pagado en dracmas) por:
No hay comentarios:
Publicar un comentario